Los niños desobedientes son una auténtica fuente de desesperación para los padres, que provoca frustración y negatividad en ambas partes.
Para corregir este tipo de actitud y ayudar al niño a superarla, los padres y educadores tenemos la obligación de enseñar y corregir para que, a medida que crecen puedan abandonar ese mal hábito.
Muchos padres desesperados ante la actitud desobediente de sus hijos se preguntan qué hacer. La función de los padres es combatir la desobediencia mediante el diálogo y la comunicación. Se trata de explicar y hacerles entender que sus actos tienen consecuencias y deben responsabilizarse de ellos. Esta actitud hará que los niños se conviertan en personas seguras, autónomas e independientes, al tomar el control sobre sus propios actos.
La edad del niño es decisiva a la hora de dirigirnos a ellos. Hay que tener presente que el objetivo es que el niño comprenda lo que se le transmite. Los padres debemos ser conscientes de que a edades muy tempranas el niño está descubriendo sus propios límites e intenta diferenciar lo que puede y no puede hacer. Somos los adultos los que debemos mostrárselos.
A veces se asocia la desobediencia al simple hecho de que el niño está inmerso en su propio universo, que está lleno de descubrimientos y cosas que él no conoce. Cuando los niños muy pequeños se muestran desobedientes, su motivación no es molestar e incordiar sino descubrir, explorar y conocer las cosas nuevas.
A partir de los 3 años, ya comienzan a entender y hablar por lo que la comunicación se vuelve más compleja. A partir de esa edad, se vuelven más receptivos. Entenderá que si hace ciertas cosas, papá y mamá estarán contentos, y por el contrario, se entristecerán o enfadarán con otras. El significado del NO empieza a tener sentido para ellos y distinguirán qué deben y no deben hacer: recoger juguetes, no incordiar, lavarse los dientes o ayudar a recoger la mesa. La actitud de los padres ha de ser cariñosa pero firme. Un no, es un no.
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